Yo tengo vergüenza de muchas cosas: mis brazos demasiado largos, mis pies enormes, mi cuerpo tan desgarbado que no logro disimular ni con buzos extragrandes. También de que mi mamá esté embarazada (porque ¿quién tiene un hermano a los 14 años?). Pero sobre todo me avergüenza mi cara: una constelación de infinitos granos. Por eso, fue genial cuando el mundo se detuvo con la pandemia y llegaron los barbijos tapa-todo. Con la cara oculta me convertí en otra persona, alguien capaz de hacer cosas que nunca hubiera imaginado. Además, conocí a Liz. Y a Melina: eso fue lo mejor de todo.
En época de pandemia las cosas se complicaron para todos. Y Roberto, por pedido expreso de su mamá, tuvo que ayudar a sus vecinos mayores con las compras y los mandados. Lo mejor de todo ese tiempo fue la imposición del barbijo. Porque cuando uno es adolescente y las dudas le llenan la existencia, nada mejor que ir cubierto de pies a cabeza para enfrentar los días y pasar desapercibido. O mejor dicho, solo llamar la atención de quienes sí queremos que nos vean. Un amor que hay atreverse a jugar, una pandemia que ahoga, una madre embarazada que ya tiene un hijo adolescente y una pareja nueva, una vecina muy mayor que ilumina con sus ocurrencias.
Un acto de valentía extrema puso a Roberto en el foco de todos los comentarios. Algunas máscaras que ocultan lo que prefiere no mostrar, y varios dibujos que darán inicio a una excelente historia.
Editorial: Alfaguara
Páginas: 176