“De chica sufría mucho en el colegio. Me decían la burra”, confiesa Marina Vollmann y sigue “pero nadie sospechó que podía ser disléxica. ¿Yo, disléxica?, pregunté con incredulidad cuando me propusieron hacerme el test, hace tan solo unosaños. Así lo confirmé: Yo, disléxica. Y supe que no es cosa de chicos y tampoco se va con el tiempo. Es una condición y es
para toda la vida”.
La dislexia es mucho más que la inversión de letras en una palabra. Genera dificultades en la lectura, la escritura y el léxico, problemas de compresión, de memoria a corto plazo, confusión entre la derecha y la izquierda... y estas son solo algunas de sus señales. A través de su propia experiencia y del camino hecho con sus hijos a partir del mismo diagnóstico, la autora nos cuenta cómo es vivir con una dificultad invisible y de qué manera transformó su historia en una causa para ayudar a otros.
Editorial: El Ateneo
Páginas: 224