Escribió Nietzsche alguna vez que si el impulso del poeta es contemplar a su alrededor una multitud de seres alados, el del dramaturgo es además convertirse en ellos. Esa rara pulsión de travestismo, esa desviación literaria, esa encarnación virtual y vulgar que practicamos los que escribimos teatro. Comediantes virtuales, eso somos. Se entiende quizá así la extraordinaria propiedad, el punto de ventaja, que a la hora de escribir para la escena tiene ganado el cuerpo del actor, entrenado desde antes en estas “in-corporaciones”. Tal vez sea ese atributo uno de los secretos de la solvencia y de las virtudes de estos textos: un actor que escribe y se convierte un día en dramaturgo que actúa. La conversión de norma perfecta. El círculo virtuoso. Su poética personal, la riqueza temática, la capacidad dramática, la forma espontánea de hacer fácil lo difícil definen al teatro de Enrique Papatino. Estas piezas de su producción de los últimos años son el mejor ejemplo. Y este, el libro que las multiplicará sin dudas en docenas de nuevas puestas. Mauricio Kartun
Editorial: Eudeba
Páginas: 280