En la novela ‘Quemar el cielo’ una mujer va en busca de otra, más joven. Como entre otras cosas las separa el tiempo, el trabajo de esa búsqueda la obliga a sumergirse en la historia argentina reciente, cuando la militancia coincidió con la violencia política. Y a ese trabajo se entrega. “En la esquina unos cincuenta manifestantes a los que Lila se une. Con el tercer gas se desbandan, a pie, en tierra, torpemente, por las dos avenidas. Todo el aire se carga y se espesa. Una mujer abraza a un hijo. Hay que correr y hay que detenerse, al mismo tiempo. Vuela una molotov. En el jardín de las prohibiciones vuela perdidamente, con ala de insecto, en busca de su destino. Va y poliniza. Es un auto el que la recibe, y se prende fuego con ella. Lo mismo un panfleto con la consigna anti-Rockefeller, que supo arder en el aire negro del invierno. Hace sin embargo un inmenso calor. Se frenan algunos: se han puesto a armar una barricada que hasta parece natural, hecha de los escombros acumulados de un edificio en construcción y un vehículo que, habiendo pertenecido a los muchos del tránsito, se había frenado por un desperfecto. Van y vienen fotógrafos más o menos camuflados por el miedo. La policía les da caza, motorizada, a todos los que corran. El ciudadano respetable va con su halo de consternación como un sombrero, que apenas lo protege. La policía los alcanza en la esquina de Jean Jaurès y Tucumán.” (Fragmento de la novela)
Editorial: Adriana Hidalgo