En un pueblo tranquilo, donde rara vez sucede algo que enturbie la paz de la siesta, aparece el cadáver de don Diego Iñiguez. El difunto era hacendado y prestamista, y medio pueblo le debía plata. El comisario, que no tiene experiencia en crímenes, le ordena a su ayudante que se haga cargo de la investigación. Sin saber por dónde empezar y con todo el pueblo como sospechoso, Giménez inicia una pesquisa absurda y disparatada, que sin embargo, lo conducirá por caminos inesperados, hacia el autor del crimen.
Editorial: Loqueleo
Páginas: 128