Mauro Guzmán nos instala, con su poesía, en la pantalla de un cielo nocturno de verano. Sus acomodadores de estrellas, nos colocan anteojitos 3D para mirar el artificio con que el fuego de las palabras constela y chisporrotea contra lo oscuro callado, corazones y pies, plantas y ventanas, barriletes y rayos, y tigres de limón Bengala. Este es un libro de imágenes proliferantes, verdaderas enredaderas poéticas que se nos trepan, a medida que las pronunciamos. Tras su lectura, en cambio, el vértigo cesa pero nos deja, brillando en la oscuridad, la posibilidad luminosa de cada objeto, de cada ser entrevisto en sus versos. Y nos recuerda que, si aguzamos el oído, la belleza continúa tarareando con persistencia, como el pájaro de su fábula, aun en los ecos más lejanos o pagados del sueño o de la muerte: "Se cuenta que la sombra del zorzal sigue cantando cuando el zorzal se duerme. Se supo de una sombra de zorzal que cantó en el funeral del zorzal mismo, y las palomas se peleaban por besarla".
Editorial: Eduvim
Páginas: 70