"Nadie describe el fenómeno del caudillo mejor que Sarmiento. El caudillo, escribe, es “el espejo en que se reflejan, en dimensiones colosales, las creencias, las necesidades, preocupaciones y hábitos de una nación en una época dada de su historia”. Es un enemigo predeterminado del progreso, el hombre natural surgido de las profundidades del salvaje suelo americano, heredero de la tradición medieval española. Su enaltecimiento al poder es “fatal, forzoso, natural y lógico”, explicación más perdurable que dio Sarmiento del poder del caudillo. Postula un vínculo irracional entre las masas y su líder, por el cual el caudillo refleja de manera misteriosa la voluntad inarticulada de las masas, argumento también usado más adelante para justificar a líderes populistas tan diversos como Mussolini, Hitler, Perón, Castro. En Sarmiento, el caudillo refleja no el Espíritu de Mundo, que es la fuerza de la barbarie. Lejos de permitirle seguir su curso, al caudillo es necesario eliminarlo, si fuera preciso, por la fuerza, para poner en su lugar la ley de la razón. Por mucho que se acerque Sarmiento al irracionalismo romántico, en última instancia la visión que junto a toda su generación quiere imponer a la Argentina es racional y positiva: el pueblo no debe ser necesariamente una pieza manipulada por fuerzas históricas invisibles, sino un grupo de seres racionales capaces de transformar el mundo de acuerdo a su visión esencialmente positivista. “En contraste con una visión racional del mundo, el caudillo es la voz de la sinrazón. Puede reflejar una voluntad popular inarticulada, pero toda la autoridad está centrada en sus persona”. El caudillo para Sarmiento es la encarnación del mal que debe ser exorcizado si la Argentina quiere civilizarse.” Nicolas Shumway
Editorial: Claridad
Pg.144