A lo largo de un viernes y unas horas del sábado, los personajes de Martín Cristal nos cuentan sus vidas, al menos las cosas que piensan y viven en el lapso de tiempo acotado en que transcurre la novela. El libro está construido con un formato novedoso, con capítulos breves divididos en monólogos de los personajes, que se van acumulando y hacen crecer la historia, apiñados a partir de la hora en que piensan o narran. Al mismo tiempo, van apareciendo comentarios sobre los animales marinos, a partir de las citas de un libro –Los misterios del mar, de Manuel Aranda y San Juan–. Esos comentarios, que en apariencia no tienen relación con la historia, nos ayudan a pensar las situaciones que se presentan con otra amplitud y, a su vez, ramifican el relato y aumentan la sensación de que se trata de una novela sin narrador, como le gustaba a Manuel Puig. En una de esas citas se lee: “Encerrados en una prisión de la que no pueden salir jamás, estos forzados del mar no deben acusar a nadie más que a sí mismos de su reclusión perpetua. Sin cuidarse del porvenir, penetran continuamente en la roca: su galería de mina, adecuada a su tamaño, va ensanchándose a medida que se alejan del mar. Persisten en su trabajo y no se detienen sino para morir”.
Las ostras es un libro ambicioso. Martín Cristal observa a sus personajes, que, encerrados en una prisión de la que no pueden salir jamás, oradan las rocas de la ciudad y, como las ostras, esos moluscos a los que hace referencia el título del libro, son capaces de producir perlas.
Editorial: Caballo Negro
Páginas: 232