Cecilia es todo lo contrario de lo que uno espera de una pediatra. Es una mujer sin espíritu maternal, tiene poco aprecio a los niños y su paciencia con las madres y los padres que los acompañan es prácticamente nula. La medicina fue un camino natural para ella: siguió, sin meditarlo, los pasos de su padre, una eminencia. Curiosamente, y a pesar de su frialdad con los pacientes, al principio su consulta es exitosa. Pero poco a poco se ve perdiendo terreno frente a las nuevas tendencias, el parto natural y la medicina alternativa, prácticas que ella aborrece. Una señal evidente de que algo no está en su lugar. Tiene una vida estable, está casada y cómoda, y tiene también un vacío que se extiende en su corazón: no es feliz. Lo que en verdad quiere, descubre, es escapar a su rutina y su soledad, correr peligros, que su vida tenga un sentido. El encuentro casual con un hombre parece dárselo. Es un hombre a cuyo hijo atendió tras el nacimiento. Y al cabo será este niño el que despertará sentimientos, y una conexión, nunca antes experimentados por ella. Con una escritura sencilla y directa, con raptos inesperados de humor, Andréa del Fuego escribió una novela irreverente. Su pediatra es única, cínica y arrogante, y en el momento menos pensado, amorosa y conmovedora.
Editorial: Edhasa
Páginas: 194