Un poeta debería intentar un nuevo estilo, una nueva suerte, en cada obra que escribe. Lo que queda de ella —si es que queda algo— es su voz. El objeto de este intento no tiene la grandilocuencia que aparenta: no buscaría ser, a lo Pessoa, numerosos autores; por el contrario, sería, cándidamente, solo uno. Fernando de Zárate transita desde hace décadas este periplo y en esta obra, Incomodar a la muerte, trata descarnadamente el tema de la finitud del hombre. Desde su poesía milimétrica somete, acorrala, interpela con crueldad a la muerte. La descubre carente de prestigio y solemnidad: la señala como un final desértico e indeseable. La desenmascara como intrusa en extraordinaria figura: “este disfraz que me oculta / este ataúd inadvertido”.
Editorial: Mascarón de Proa
Páginas: 62