Cuando dice que copiar es tocar (y lo dice tarde, cuando su libro ya se las ingenió para hechizarnos con la idea), Leticia Obeid hace por lo menos dos cosas. Recuerda (reivindica) la tradición más artesanal del copiar, su dimensión manual, muscular, motriz, tan vital para cualquier aprendizaje como para toda percepción de sí, todo autoconocimiento corporal. Pero también -es el mismo gesto, solo que proyectado a una escala mayor-recuerda hasta qué punto copiar, mucho más que replicarlo, establece un lazo con lo copiado, se roza con él, y en ese roce se liga y se anuda a él, de modo que la copia deja de ser la versión segunda, subalterna, parasitaria, del original, para convertirse en su aliada, quizás en su par.
Editorial: Ripio
Páginas: 168