La literalidad y la inmaterialización como tácticas materialistas florecen irremediablemente entre quienes encuentran cierta incomodidad en seguir habitando los espacios (demasiado humanos) de la hermenéutica, las estéticas de la recepción y los cinismos de nuestros sobreeducados cosmopolitas. Una sensibilidad toma consistencia de a poco en esa escucha prestada al agua, a las luces, a la naturaleza: un sensorium impersonal que es, finalmente, lo que surge de este libro. Porque Figuras de la Intemperie cuenta entre sus méritos no hacer nada por sostener la ilusión de unas materias disponibles para la lectura, la comprensión y el esclarecimiento de aquello que nos inquieta o nos conmueve. Antes bien lo amplifica de la siguiente manera: lo alberga, le da un lugar y lo hace brotar en un crecimiento conjunto, es decir, no a partir de su verba, sino con esta. Se trata de una lógica vegetal del lenguaje: una comunidad física aunque desorganizada (no tiene un centro ni un objeto exclusivo), que no interioriza para entender sino que está entregada a las variaciones de una atmósfera de la que es finalmente indiscernible.
Editorial: UNC
Páginas: 181