¿Por qué nos aferramos a las enseñanzas de los estoicos? Acaso porque creían que había una estructura racional detrás del gran teatro del universo, asociada a la idea de que no podemos controlar lo que pasa a nuestro alrededor, pero sí lo que pensamos sobre esos eventos. Los diccionarios suelen completar el cuadro con un rasgo fundamental: soportar el sufrimiento sin quejas. Estoicamente.
Pero una cosa es el estoicismo, y otra, parecida y diferente a la vez, es este “estoicismo de altura” con el que Miguel Wiñazki nos invita a recorrer los rasgos más virtuosos de la humanidad, pero también el padecimiento que genera la oscuridad de algunas personas.
Dice el autor, en este río de reflexiones: “Proponen los estoicos discernir entre lo que está bajo nuestro control y lo que no. Pero todo está bajo nuestro control: controlamos el modo en que percibimos lo que sucede. Observamos la vida con resentimiento, con envidia, con agresividad o con el ojo estoico de comprender que vivir no es necesario, y que ponderar la vida sí lo es”.
Editorial: Ariel
Páginas: 172