Con sus escaleras imposibles o sus mosaicos hechos de pájaros, el artista holandés M.C. Escher (1898-1972) creó un lenguaje gráfico único de rompecabezas, patrones singulares y pautas matemáticas. Denso, complejo y construido sobre principios intrincados, su trabajo, decorativo y lúdico al mismo tiempo, juega continuamente con las ilusiones ópticas y las limitaciones de la percepción sensorial. Para matemáticos y científicos, Escher fue un genio. Para los hippies, un pionero del arte psicodélico.
Nacido en Leeuwarden (Holanda) en 1898, las primeras obras de Escher se centraron en la naturaleza y los paisajes, que expuso regularmente en Holanda y con las que obtuvo un cierto reconocimiento internacional. Sin embargo, fue durante un viaje al palacio de la Alhambra, en Granada (España), en la década de 1920, cuando Escher encontró el camino a seguir. Dibujando los motivos decorativos nazaríes, Escher quedó cautivado por la composición e interdependencia de sus formas.
Trabajando principalmente con litografías y xilografías, Escher pasó a explorar la relación entre forma, figura y espacio con un entusiasmo casi obsesivo. Se recreaba en los puntos de vista peculiares, la variedad de perspectivas, en la transición de la bidimensionalidad del papel al volumen ilusorio y en intricados rompecabezas matemáticos, como la cinta de Moebius, un bucle aparentemente infinito que se retuerce y vuelve sobre sí mismo en una contorsión de imposibilidad física.
Editorial: Taschen
Páginas: 96