De muchas cosas nos habla en estas páginas Normand Argarate, pero de lo que en verdad nos habla es de poesía. Argarate parece concebirla como una epifanía, devenida de una predisposición al poema, no de una voluntad; de pronto una imagen nos toma por sorpresa y se monta a la lírica: Más tarde, mientras escardaba los campos/ salió la primera línea:/ Por los brezales, huyó veloz la liebre. O el poema se origina en una voz que llega desde afuera –probablemente la del padre–: Hay un silencio que aturde. La preocupación por la poesía hace al clima de El verde corazón de William Shakespeare, aquí el autor la encuentra en todas partes, e incluso donde no está: Hoy la poesía no está,/ en el camino, ni en la compañía del viento,/ ni en los malabares de la luna,/ ni en los prodigios de los cielos. En la conjugación de musicalidad, sentido, riqueza del lenguaje y una filosofía de fondo, o no tan de fondo, que ordena la mirada, se van construyendo estas piezas de formato variado. Entre el verso y la prosa poética, desde la extensión al poema breve, Argarate no abandona en ningún momento la elegancia con que su poesía saca a la luz lo que viene de la profundidad.
Editorial: Mascarón de Proa
Páginas: 74