Un día que, en verdad, abarcó miles de años, Homo hizo algo que nadie había intentado nunca: empezó a imitar a los otros animales, a sus depredadores. Fue así como se volvió cazador. Ese larguísimo día resulta, hoy, remoto, pero sus huellas persisten, aunque ya nadie parezca interesado en indagarlas. Los ritos y los mitos mezclaron las trazas de ese comportamiento con algo que la Antigua Grecia llamó tò tehîon: lo divino, estrechamente emparentado con lo sagrado y con la santidad. Muchas culturas, distantes en el espacio y en el tiempo, asociaron estos acontecimientos, dramáticos y eróticos, con una cierta región del cielo, entre Sirio y Orión: el lugar del Cazador Celeste. Sus historias tejen la trama de este libro, e irradian en múltiples direcciones: desde el Paleolítico hasta la máquina de Turing, pasando por la Grecia antigua y Egipto, y explorando las múltiples conexiones latentes en el seno de un territorio a la vez único e ilimitado, la mente.
Después de El ardor, donde Calasso indagaba en la trama de los ritos sacrificiales que practicaron todas las culturas y religiones (y cuya –aparente– desaparición en la era moderna no deja de tener resonancias trágicas, como también demostró en La actualidad innombrable), este libro vuelve sobre la compleja y fascinante configuración de aquella (enorme) parte de nuestro mundo que el racionalismo y el cientificismo dejan de lado.
¿Por qué Zeus permite que su hermano Hades rapte a su hija Perséfone, para desesperación de su madre, Deméter? ¿Cuál fue, por cierto, «la última noche de Zeus en la Tierra»? ¿Qué fue lo que más sorprendió a Heródoto de los magos egipcios durante su viaje por el Nilo? ¿Por qué el poeta Ovidio, que compiló esa enciclopedia monumental de la mitología clásica que son Las metamorfosis, se preocupó de escribir sobre algo tan aparentemente fútil como la cosmética o el arte de la seducción? ¿En qué se apoya la teoría de que, antes que a los grandes felinos predadores, Homo imitó a las hienas?
Editorial: Anagrama
Páginas: 424