¿En cuál hombre debe buscar la patria mayor fe sino en aquel que le ha prometido morir por ella? ¿En cuál debe haber más amor por la paz sino en aquel a quien sólo la guerra puede perjudicar? ¿En cuál debe haber más temor de Dios sino en aquel que sometiéndose cada día a infinitos peligros necesita más de su ayuda? Esta necesidad, adecuadamente tenida en cuenta por quienes daban las leyes a los imperios y por quienes se dedicaban a las actividades militares, hacía que los otros hombres alabaran la vida de los soldados, y la siguieran e imitaran con gran empeño. Pero como la institución militar está corrompida, y hace mucho tiempo se ha apartado de las normas antiguas, han surgido estas opiniones funestas, que hacen odiar a la milicia y eludir la conversación con quienes la ejercen. Y como yo evalué por lo que he visto y leído que no es imposible someterla a las antiguas normas y devolverle alguna forma de su pasada virtud, resolví, para no pasar este tiempo de ocio sin hacer nada, escribir, para satisfacción de aquellos que aman las acciones antiguas, lo que yo sepa sobre el arte de la guerra. Y aunque es osado tratar sobre un asunto que no constituye la propia profesión, sin embargo no creo que sea un error ocupar con las palabras una condición que otros con mayor presunción ocuparon con obras; porque los errores que yo cometa al escribir pueden ser corregidos sin daño para nadie, mientras que los errores cometidos por ellos al actuar no se ponen en evidencia sino a través de la ruina de los imperios.
Editorial: Claridad
Páginas: 208