Los mundos de Arlt (no todos los escritores alcanzan a constituir mundos que puedan llamarse de veras suyos; Arlt, fuera de dudas, es uno de los que sí) están plenamente presentes en sus cuentos: están los personajes defectuosos (los deformes, los contrahechos, los «tísicos perversos», el «monstruo jovial», los rengos, los tuertos, los jorobados), están los ambientes turbios (los de los canallas, los espías, los contrabandistas, los estafadores, los tratantes de blancas, los traficantes de drogas; «el hampa de la literatura», «los prostíbulos más espantosos de provincia», los «dramas oscuros que se gestan en las entrañas de las grandes ciudades»). Pero está, por supuesto, sobre todo, esa retórica de la infelicidad y la desesperación que es el sello de Roberto Arlt, su verdadero «mundo» después de todo: la voz febril de los que se hunden y saben que se hunden, la de los que no pueden más de aburrimiento o de angustia, la de los incapaces de sentir compasión, la de los que la sienten pero a la vez la desprecian, la de los que no saben qué hacer con su vida, la de los que no saben qué hicieron con ella, la de los infelices sin remedio.
Editorial: Losada
Páginas: 824