Abel no habla ni sonríe, dibuja soles con luz propia, brillantes y fosforescentes, que regala a todo el mundo. Cuando las personas se cansaron de tantos soles, le pidieron que dibuje otra cosa. Abel dejó de hacerlos y entonces vino la tormenta, que parecía no tener fin, hasta que llegó Candela, y los soles de Abel volvieron a salir.
Editorial: AZ
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